Texto curatorial para la exposición colectiva Yo edito, tú editas, celebrada en Ora Labora Studio dentro del programa de actividades del VIII Encuentro de Editores Inclasificables de Salamanca, organizado por la Biblioteca Pública Casa de las Conchas.
Si por alguna razón nos encontramos en la situación de tener que explicar a alguien qué es un libro, con mayor o menor soltura, a todos se nos viene la misma imagen a la cabeza: un buen tocho de folios repletos de palabras protegido por dos tapas duras donde suele aparecer el título y el nombre del autor.
Acto seguido, a la mayoría le irán surgiendo pensamientos más abstractos que tienen que ver con ese contenido tan especial de sus páginas. Porque, también, cuando uno piensa en los libros se imagina un objeto casi sagrado capaz de guardar para siempre ideas y formas de pensamiento, historias y leyendas, recuerdos inmortales y voces vivientes de otras épocas.
Si continuamos imaginando, es posible que los veamos expuestos en vitrinas y escaparates de librerías, durmiendo en los cientos de estantes que habitan las bibliotecas, apilados sobre nuestra mesita de noche con rastros de pellizcos en las páginas donde los ojos empezaban a pesar. Y si vamos un poquito más allá, habrá alguno que piense en los libros electrónicos, que ya no tienen forma de libro y viven dentro de nuestros móviles, tabletas y ordenadores.
Pero, ¿y si además de estos libros existieran otros más desconocidos que presentan formas y contenidos distintos a los tradicionales? Estos otros libros están ubicados al margen de los circuitos habituales y no suelen compartir espacio con ese tipo de libro que veníamos describiendo hasta ahora. Por eso es más fácil no acordarse de ellos o, incluso, desconocer del todo su existencia. Estos son los libros de artista, los libros-objeto, los fotolibros, los libros intervenidos… Toda una enorme diversidad de nuevas propuestas artísticas que amplían y enriquecen el concepto de libro.
Para mí, los libros son, en realidad, una invitación. Ya sean novelas o ensayos; tengan páginas de papel o de tela; contengan letras o imágenes, o las dos cosas; cuenten una, dos, cien historias o ninguna. Cada libro es una invitación a viajar, conocer, descubrir, sentir. Incluso a ser otras personas; vivir otras vidas; otros tiempos; mirar a través de otros ojos bien distintos a los nuestros.
Mientras escribía este texto, no ha dejado de rondarme la cabeza un antiguo recorte que mi abuela, voraz lectora donde las haya, conserva pegado en la pared de su cocina, como si fuera un recordatorio de algo muy importante. Y en realidad lo es. En él se puede leer una breve cita que recuerda a todo aquel que se adentre en sus dominios el enorme valor que para ella tiene la literatura: adquirir el hábito de la lectura es construirse un refugio. Porque para mi abuela el libro es eso, un refugio. Y es que también lo es. Y muchas cosas más. Y para ti, ¿qué es?
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